Me pasa pocas veces. Muy pocas. Esta mañana iba en el bus y me ha pasado. He leído una publicación suya y no lo he podido evitar. No la conozco personalmente. Es de estas amigas virtuales. Nos seguimos. Compartimos “me gustas”, “te gustos”. Ella en Murcia. Yo, aquí.
He sentido la necesidad de hablarle. Jamás lo habíamos hecho. He necesitado decirle cuánto la admiraba. Sé muy poco de ella. Prácticamente nada. Pero lo que sé me basta. Sé que está enferma. Que sufre. Que convive con el dolor.
Sé de su fuerza, de su carácter, de su buen humor. Es tormenta. No tengo ni idea de dónde le viene el nombre, pero me lo puedo imaginar.
Es fuerte, seguramente porque no le queda más remedio. Es valiente, porque tiene la necesidad de serlo.
Me admira su fuerza pero también su humor. Me admira la aceptación de lo que le ha tocado. Me admira su saberse retirar a tiempo cuando está mal. Su no queja. Su honor. Porque ella hoy anunciaba que se retiraba para volver con fuerza.
Me ha hecho pensar en la cantidad de gente que se retira, que lucha (sí, que lucha, no se me ocurre una palabra mejor), que no se queja y que reaparece como ella lo hace: preciosa, grande y fuerte.
Volverás. Muy pronto. ❤️
Hoy es siempre todavía.
La llamaré María. María es el nombre ficticio de una mujer joven y maravillosa a la que llevo tiempo atendiendo. María es una mujer que me ha dado permiso para publicar una maravillosa carta que se escribió a sí misma. María llegó a mí con una potente voz interior que...
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