Me pasa pocas veces. Muy pocas. Esta mañana iba en el bus y me ha pasado. He leído una publicación suya y no lo he podido evitar. No la conozco personalmente. Es de estas amigas virtuales. Nos seguimos. Compartimos “me gustas”, “te gustos”. Ella en Murcia. Yo, aquí.
He sentido la necesidad de hablarle. Jamás lo habíamos hecho. He necesitado decirle cuánto la admiraba. Sé muy poco de ella. Prácticamente nada. Pero lo que sé me basta. Sé que está enferma. Que sufre. Que convive con el dolor.
Sé de su fuerza, de su carácter, de su buen humor. Es tormenta. No tengo ni idea de dónde le viene el nombre, pero me lo puedo imaginar.
Es fuerte, seguramente porque no le queda más remedio. Es valiente, porque tiene la necesidad de serlo.
Me admira su fuerza pero también su humor. Me admira la aceptación de lo que le ha tocado. Me admira su saberse retirar a tiempo cuando está mal. Su no queja. Su honor. Porque ella hoy anunciaba que se retiraba para volver con fuerza.
Me ha hecho pensar en la cantidad de gente que se retira, que lucha (sí, que lucha, no se me ocurre una palabra mejor), que no se queja y que reaparece como ella lo hace: preciosa, grande y fuerte.
Volverás. Muy pronto. ❤️
También en el desierto.
He llorado de emoción muchas veces en medio de un mar, alejada de la costa. La emoción de llorar de felicidad sintiéndome parte minúscula de algo tan inmenso no la había experimentado con nada más. He acabado el año descubriendo que la inmensidad del desierto me...
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