La llamaré María. María es el nombre ficticio de una mujer joven y maravillosa a la que llevo tiempo atendiendo. María es una mujer que me ha dado permiso para publicar una maravillosa carta que se escribió a sí misma.
María llegó a mí con una potente voz interior que la maltrataba. María es una chica estupenda que se ha esforzado por aprender a quererse. Si no conocemos lo que es el amor no nos queremos. Vivimos rodeados de discursos que no nos ayudan a querernos. Damos por hecho que todas las personas han tenido nuestros recursos, nuestro entorno, nuestros vínculos…Hablamos alegremente de las bondades de la familia sin caer en que hay pocas cosas que puedan hacer más daño que una familia.
María me emociona. Ella también lo hará al leer esto. Es mi pequeño homenaje a ella y a todas las personas que viven sin quererse, sin esperanza y con demasiados miedos.
Esta es la carta. La carta tiene dos partes. Empieza haciendo un repaso de su vida. Ella es joven, pero lleva peso en su mochila. El repaso lo he omitido. En su lugar, y en cursiva, simplemente lo menciono. Después, en una segunda parte, se habla, se comprende, se sostiene, se acompaña y se quiere. Se quiere porque va aprendiendo a cambiar esa voz interior que la hunde por otra que la impulsa.
Ella y yo os deseamos de todo corazón que la carta conquiste los vuestros. Nunca es tarde. Mientras estemos aquí hay tiempo. Si hay tiempo hay esperanza. Donde esté la esperanza estará ella.
Al pasarle el texto revisado para que diera su conformidad le vino como título Hoy es siempre todavía porque, como dice ella, ‘ese es el sentido del trabajo que hay que seguir haciendo contra esa voz interior que me etiqueta, me sobreanaliza y me reduce’. Vamos allá. Por todas las Marías.
Estimada María:
He estado mucho tiempo queriendo escribirte esta carta. Es curioso cómo a veces pasamos mucho tiempo, años incluso, al lado de una persona y, sin embargo, dejamos muchas palabras por pronunciar, imponiéndose el silencio como una rutina constante.
Hoy quiero hablarte de todo eso que nunca te digo. Hoy quiero hablarte de ti.
Comprendo cómo te sientes, porque sé por todo lo que has pasado. Desde tu niñez…
Revisa la relación con sus padres, la relación entre ellos, la familia de ambos. Pasea por el bullying del colegio, por no cumplir las expectativas de lo que se suponía debía hacer o, peor aún, de quién debía ser. Las enfermedades de alrededor, la manipulación como forma de comunicación habitual del entorno. La traición, la mentira. Su vergüenza, su miedo. Ese llamarse cobarde. Denuncias, juzgados, situaciones traumáticas. Heridas, cerradas y aún por cerrar. Dolor.
Su experiencia en el amor, malas experiencias como consecuencia de sus inseguridades y vulnerabilidades. Malas por la tendencia continua a la culpa creada siempre desde fuera.
El plano profesional también herido por el miedo a buscar un entorno estable, el no creerse merecedora de buenas condiciones, pensar que jamás estaba en disposición de escoger el camino más idóneo. Siempre centrada en la valoración externa, sin saber poner límites, siempre con miedo al rechazo. Siempre presa de la consecuencia de todo eso que no es sino sentirse perdida.
A partir de aquí ya es literal, con puntos y comas. A partir de aquí es Ella.
Y a pesar de todo eso, has llegado hasta aquí de la mejor forma que has podido según tu contexto, con las herramientas que has tenido a tu alcance. No es un fracaso todo lo que has hecho hasta ahora. Habrás podido equivocarte, podrás haber tomado mejores decisiones, pero lo recorrido es un logro y un aprendizaje en consideración a tus posibilidades.
Has estado mucho tiempo sucumbiendo al dolor tratando de evitarlo. Esperando algo así como un golpe de suerte que lo hiciera cambiar todo porque no te considerabas lo suficiente para poder cambiarlo por ti misma. A muchas personas les pasa. Lo importante es que estás aprendiendo a transitar el malestar, a mirarlo de frente. Estás aprendiendo a aceptar para poder dejar ir. Coger las riendas de una vida a la deriva implica mucho coraje. Y no dudo que lo tienes, y lo tendrás.
Tienes defectos como todo el mundo. Sabes que muchas veces eres impulsiva, impaciente, despistada, caótica, desorganizada, insegura y muchas veces malhumorada.
Pero también eres bondadosa, divertida, agradecida, inteligente, empática, honesta, cariñosa, compasiva, educada, leal, soñadora. A pesar de lo que te ha ocurrido, no has perdido tu capacidad de confiar en los demás, de ser entregada, de ser atenta con las personas que aprecias.
A pesar de no contar con unos lazos familiares sólidos y fuertes estás sabiendo sobrevivir por ti misma.
A pesar de que te sientes sola, siempre tienes iniciativa para hacer planes, por descubrir nuevas cosas, por viajar, por aprender. Es admirable la voluntad que tienes por salir de la rutina, aunque tu mente siempre te esclavice a los fantasmas del pasado. Lo es también tu habilidad para hacerle a la gente reflexionar, cuestionarse las ideas preconcebidas. Tu vehemencia, que a veces puede darte una mala impresión, es muchas veces tu mayor virtud. No dejas indiferente a la gente que transita por tu vida.
Eres una superviviente, una luchadora.
¿Cómo te ibas a querer habiendo pasado por lo que pasaste? ¿Cómo te ibas a valorar?
Has llegado hasta aquí, luchando con todas las armas con las que disponías.
Lo único que te queda por darte cuenta es que estás librando ahora mismo la más importante, la más dura, para dejarlo todo atrás y ser quién quieres ser.
Un abrazo.
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