Muy poca gente habla a sus hijos con naturalidad del error y el fracaso. Preparan a sus hijos para el éxito cuando deberían prepararlos para el fracaso. Fracasar es mucho más común que triunfar.
Educan a sus hijos para el éxito con auténtico miedo al fracaso. Lo tapan, lo esconden, lo disfrazan, gastan un montón de tiempo y energías negándolo, mintiendo, fingiendo, creyendo que las personas seguras no fracasan. Las personas seguras de sí mismas hablan del fracaso con naturalidad, sin necesidad de justificarlo. Los padres y madres seguros de sí mismos, los que quieren que sus hijos vivan en el mundo real, tienen integrado el fracaso en sus vidas. Es un compañero más de viaje.
Debemos enseñar que el fracaso no dice nada de mí, algo salió como yo no esperaba. Y punto. El fracaso no me define.
Para aprender de los errores y fracasos hay que aceptarlos. Y para aceptarlos hay que hablar de ellos. No esconderlos ni disfrazarlos. Debemos ser capaces de decir :”sí, he fracasado, ¿y qué?¿O acaso vosotros no habéis fracasado nunca?»
La seguridad de sentirlo todo.
El mayor problema de las emociones desagradables es nuestro empeño en que desaparezcan. Ante la emoción desagradable buscamos huir. No nos gustan. No apetecen. No las queremos, pero existen. No solo existen sino que son necesarias. Vivimos rodeadas del discurso de la...
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