Sé que lo que viene a continuación puede no ser popular, pero vengo a dedicarle unas líneas al autoamor y a las formas con las que las personas que lo predican salen al mundo. Esta semana ha sido el santo del amor y ha faltado tiempo para que las predicadoras (son las en su inmensa mayoría) salieran a darle al tema. Porque cuando me cruzo con ese discurso no puedo evitar preguntarme ¿por qué te escuece San Valentín? ¿En qué momento de tu vida hiciste tope para tener esa tirria a este día y ser incapaz de ver más allá? ¿Es una fecha comercial? Sí, pero bien que estabas en el Black Friday, en Navidad, en el díadecualquierotracosa.
Debemos hacer crítica al amor romántico, pero ¿qué nos lleva como sociedad a no poder reconocer que es bonito el amor de pareja? Si has conocido la ilusión y el apoyo de construir un proyecto común no puedes criticar el amor. ¿Qué te lleva a no ceder a tu ego y ponerte una vez más en el centro de todo? Quizá el poco amor que has conocido.
Aquí, en esta pelusilla al amor al otro, aparece el triunfo de esta sociedad individualista: el concepto autoamor. Porque cambiar el amor al otro por el discurso del autoamor habla de muchas cosas, entre otras del miedo atroz a no quererme a mí misma. Habla más de mis inseguridades, carencias y miedos que de quererme a mí misma. Porque si me quiero, sé querer al prójimo y me siento querida, no tengo ninguna necesidad de hablar de autoamor.
Vivimos con miedo a que nos juzguen si nos comprometemos emocionalmente con alguien. El discurso del autoamor es una victoria más del individualismo. Es del todo ridículo y absurdo pasar del amor romántico a yo soy lo mejor que me ha pasado. No tiene ningún sentido. No es maduro ni adulto. ¿Qué sociedad estamos creando? Una sociedad egocéntrica e individualista en la que se normaliza ridiculizar el amor al otro.
El discurso del autoamor esconde más miedo que amor: miedo al amor, al compromiso emocional, a comprometernos en la repercusión relacional de lo que hago en el otro. Miedo a la responsabilidad afectiva. Miedo a la vida. Porque también cansa convivir con la insatisfacción de quienes han convertido el día de San Valentín en el discurso del autoamor. Ojalá pronto consigáis quereros tanto que dejéis de decirle a los demás que se tienen que querer. Es tan absurdo el sin ti no soy nada como el conmigo lo soy todo. Son extremos. No son sanos y ese es el mensaje que estamos dando como sociedad.
Vivimos rodeados de desamor, de relaciones de dependencia, de manipulación y control, vivimos rodeadas de lo que no es amor. Vivimos rodeados de discursos de una libertad individual que es la esclavitud más absoluta. Porque no hay mayor esclavitud que la del yo.
El autoamor es anclarnos en esa realidad en la que nos hacemos los interesantes, en las que todo está centrado en un individualismo y egocentrismo muy alto. Yo conmigo. Tengo que enamorarme de mí, la felicidad está en mí, yo puedo sola, no necesito a nadie.
El discurso del autoamor hace daño. Más que nada porque si te quieres no necesitas hablar de autoamor. Si te quieres no criticas el amor al otro. Si te quieres no te escuece San Valentín. Porque a ti, ¿qué más te da que la gente se quiera o está enamorada?
Las cosas no son ni el amor romántico ni pretender ser felices en esta individualidad. No estamos avanzando en un concepto generoso para cada una, pero tampoco en la relación con el otro de lo que es el amor y las relaciones sanas de igualdad sino que nos justificamos de todo lo que hacemos para que no parezca que somos débiles queriendo a alguien.
Contribuir a alimentar el miedo a reconocer que quieres a alguien, que tu vida es mejor con alguien no ayuda a vivir en sociedad. Tampoco te ayuda a ti. Cuánto miedo hay en el autoamor como venganza a Valentín. Cuánto miedo hay en decir que no hay que querer mucho sino bien. Si te quiere mucho te quiere bien porque si no, no te quiere. Se puede querer mucho, claro que sí. Se puede no tener miedo a reconocerlo porque nunca se quiere demasiado. Si te hace daño ese amor no es porque te quieran mucho sino porque no te quieren. Si necesitas amar con matices no sabes qué es el amor. Si es malo no es amor. Si duele no es amor. Si te quiere a su manera y no te sientes querida no te quiere.
Se puede querer estar con alguien porque junto a esa persona la vida es más bonita. Se puede no tener miedo al amor y eso pasa por no utilizar a Valentín para poner tu ego y tu falta de amor en el centro. Eso pasa por responsabilizarte de los mensajes que lanzas y sobre los que vamos construyendo esta sociedad.
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