Llevo tiempo queriéndome reconciliar con el término. He comentado en alguna ocasión que es oír “zona de confort” y se me ponen los pelos tiesos. Y es una pena porque hay verdad en el discurso. Pero para variar, la han liado. Como tantas veces.
No creo necesario extenderme en explicar lo que es la zona de confort. Eso ya nos lo han metido en vena. El confort es aquello que produce bienestar y comodidad. La zona de confort es esa zona predecible, de riesgos controlados, con poco margen de error. Es la zona en la que física y psicológicamente nos sentimos cómodos y seguros. Todos deseamos vivir en una zona de confort. Allí nos sentimos a gusto. Es confortable. Estamos tranquilos. Seguir en esta zona no nos genera ningún problema si nos sentimos a gusto en ella. Y digo SENTIMOS.
Porque con los años evolucionamos. Podemos tener la suerte de seguir creciendo en el mismo trabajo, con la misma pareja, con el mismo grupo de amigos, las mismas aficiones, la misma casa, el mismo estilo de vida… Es posible, no digo que no. Podemos evolucionar siempre de la mano de todo lo que nos rodea. O no, porque eso normalmente no siempre es así.
Cuando estamos en una zona de confort MIENTRAS SOÑAMOS con otra vida, es cuando tenemos un pequeño problema. Cuando tenemos un trabajo que nos amarga, una pareja con la que seguimos por inercia sin el amor que debe haber, el mismo grupo de amigos que ya no nos aportan nada, un estilo de vida que nos aburre…esa zona de confort no es confortable. Puede que estemos seguros físicamente pero no psicológicamente. Nos SENTIMOS MAL en ella. No estamos tranquilos. Soñamos con una vida diferente (ni mejor ni peor, simplemente diferente). Sabemos lo que queremos. Lo sabemos, pero no hacemos nada. Esta zona es de no confort, inconfort, autoengaño o como la queráis llamar.
Porque aquí empiezan una lista infinita de frases y teorías que alimentan el seguir ahí: que si el amor es así, que todos los trabajos son iguales, que si cuando los niños sean mayores, que si ya tengo una edad, que si tampoco soy tan desgraciada, virgencita que me quede como estoy, que si blablabla… imaginación al poder. La fabulación del autoengaño se mete en nuestras vidas para salvarnos de la disonancia cognitiva en la que vivimos. Y nos ancla ahí, en esa zona que es todo menos confortable, cómoda y agradable. Mantendremos la estructura, nada se tambaleará, excepto nuestras emociones, nuestras ganas de hacer cosas, nuestra VIDA. Podemos quedarnos ahí toda la vida, sabiendo que de ahí se sale. Es una opción.
Pero de esta zona de autoengaño se puede salir, de esa disonancia cognitiva de tener que justificar con teorías nuestra infelicidad nos debemos largar. Porque aunque la llamemos zona de confort morimos por salir de ahí. Y lo sabemos. Morimos mientras esperamos que pase algo fuera que nos saque de ahí: que nos toque la lotería, se alineen los astros o cualquier hecho fortuito haga el trabajo sucio por nosotros. Y así vamos pasando los días. Esperando que algo de fuera haga lo que debe salir de dentro.
La zona de confort es básicamente emocional. Lo que sentimos nos indica si debemos salir o no. Lo que hagamos y cómo lo justifiquemos, depende solo de nosotros.
Revisa tu zona de confort porque quizá a lo que llames confort tenga poco de confortable.
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