Ilusión de autocontrol

septiembre 11, 2021

Creer que podemos controlarlo todo nos da poder y seguridad y nos mete en el mundo de creer que la vida y todo lo que en ella nos pasa es previsible. El control es una ilusión. Hay aspectos de la vida que siempre se escaparán del control, la vida misma se escapa del control. No partir de esta premisa y alimentar esta sensación nos lleva a la sensación de omnipotencia. Como la vida humana es paradoja aquí también asoma porque creernos poderosos nos vuelve vulnerables ya que limita mucho nuestra capacidad de prever.

¿Para qué voy a poner en marcha el mecanismo de la prevención si tengo capacidad de control y autocontrol? El discurso egocéntrico en nuestras capacidades como única variable para lograr el objetivo nos mete de lleno en una autocomplacencia que nos limita profundamente.

La literatura de la autoayuda alimenta esta ilusión de autocontrol. ¿Qué es? La sobreestimación de nuestra capacidad para controlar lo que nos ocurre en la vida. La capacidad de reaccionar con éxito en nuestros comportamientos impulsivos. Es el sesgo de restricción: tengo todo bajo control, puedo controlar perfectamente, esto ya lo tengo superado, puedo resistir la tentación. Esta ilusión nos lleva a enfrentarnos a situaciones que queremos evitar debido a la creencia de que siempre controlamos. Esta ilusión nubla, empaña, debilita, mata nuestra capacidad de prevención, de ver venir, de evitar. Si unimos esto al discurso de la valentía y que de los errores se aprende, nos acabamos metiendo en un mundo mucho más hostil que el mundo real. Que el crecimiento nos lleve a complicarnos la vida no puede ser jamás crecimiento. Y ahí nos han metido.

La ilusión de autocontrol es una burbuja en la que acabamos viviendo. Nos da seguridad y desde ahí construimos nuestras rutinas, pensamientos, creencias y formas de actuar. Nos vemos desde ahí, así somos y así vemos el mundo. Desde ahí creemos en nuestra capacidad de afrontar cualquier cambio. El peligro es que el equilibrio que alcanzamos en esta burbuja se encarga la vida de ponerlo en duda. Cuanto más me empeño en mi burbuja de autocontrol más se va a encargar la vida de cuestionarla.

Autocomplacencia, sobrevaloración de mis capacidades, no querer tener miedo, ser valiente, poder con todo, la gratitud a la adversidad. Y esta burbuja de autocontrol me ciega y la incertidumbre con la que presumo de poder convivir se convierte en mi peor pesadilla.

¿Por qué? yo estoy preparada para ello. Porque cuando algo se desequilibra y pone en evidencia que no puedo predecir lo que sucederá se desorganiza mi mundo interior. Me pongo en alerta y esta ilusión de autocontrol que ha ido debilitando otras capacidades pone ahora en evidencia mi dispersión atencional. Mi visión se amplía pero no sé dónde mirar ni qué atender, he perdido capacidad crítica y todo me parece igual de prioritario o de carente de sentido. Mi atención está desorganizada porque ese eje interior que le daba sentido al mundo exterior ya no me funciona. Mi mundo interior organizado empieza a desorganizarse. Ansiedad, estrés, sensación de descontrol. Incapacidad de revisar mi capacidad interpretativa de lo que está pasando o llegar a un punto de equilibrio para tolerar la incertidumbre mientras desarrollo percepciones del mundo funcionales que me permitan continuar con mi vida.

El descontrol fruto de la ilusión de autocontrol. Pero ya sabéis: me repito que de las adversidades aprendo mientras desarrollo mi incapacidad de verlas venir ahogada en mi creencia de control.

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