Vivir y creerse mártir es un patrón de comportamiento que conduce a la persona a la propia destrucción vital y a la de su entorno. El mártir entiende que tras lo importante de la vida debe haber sacrificio. Si no hay sacrificio, no es importante. Una debe sacrificarse por amor, trabajo, familia, amigos, por lo que sea. El sacrificio es lo que da sentido al valor, no el valor en sí mismo. El amor es importante si implica sacrificio; lo mismo sucede con el trabajo, la maternidad o cualquier otra faceta. La persona encuentra en esta percepción de sentir que se sacrifica su necesidad psicológica. En este lugar es donde se queda atrapada. Y su entorno cercano, tan cerca de esa tendencia al masoquismo, se puede quedar también atrapado con ella.
De profesión: mártir.
Cuando elijo convertirme en víctima me meto de lleno en ese complejo de mártir que da sentido a mi vida porque necesito sentir que sufro por algo. No sin mi sufrimiento. Conocemos a personas que buscan sufrimiento o dolor para sentirse satisfechas con su vida. Sufren de verdad, eso nadie lo niega, porque su vida se convierte en una búsqueda de situaciones en las que sienten verdadero sufrimiento. Visto desde fuera no tiene demasiado sentido, pero es el aprendizaje que han hecho de su forma de relacionarse con el mundo.
El origen.
A estas alturas ya nos sonará la cultura en la que no solo se fomenta el martirio, sino que se ve bien a las personas dispuestas a sufrir. Las creencias son ideas que hemos ido asociando, dándoles la categoría de verdad acabando de esta manera convertidas en un hábito más. En nuestra cultura hemos asociado que las buenas personas son sufridoras. Y ahí seguimos con la versión mejorada del autoflagelo psicológico.
Sociedades y culturas en las que la mujer asume el papel de mártir abnegada por su familia fomentan esta forma de comportamiento. Poner en valor a una mujer porque ha dedicado su vida a otros poniéndose siempre en último lugar lleva a pensar que quien lo hace es buena, desinteresada, sacrificada y digna de ejemplo. Hacer eso es una decisión personal que no tiene nada que ver con ser mejor o peor persona. Aunque en teoría rechacemos esto, en la práctica sigue bastante instaurado en nuestra manera de pensar. La palabra mártir y su halo positivo. Fijaos como en la maternidad sí sigue muy asociado el concepto buena madre = mártir. El valor no es la maternidad, sino el sacrificio, la abnegación, el valor está en el sufrimiento ante la vida. Llegados a este punto se entiende que quien asume el papel de víctima mejora la imagen que tiene de sí misma y justo en ese punto, de reconocimiento propio y ajeno, se engancha y genera esa necesidad.
Si esta persona no entiende todo el proceso que hay bajo su comportamiento, no saldrá de ahí, por mucho que le digamos que busca sufrir, que es ella la que lo elige, que lo hace porque quiere…no lo hace porque quiere sino porque no sabe hacerlo de otra manera. Imaginad el conflicto emocional que tendría si hace lo contrario sin entender por qué actúa como lo hace.
La evolución del martirio: la manipulación.
El martirio es algo vivo que va evolucionando y una forma común de dicha evolución es la que convierte a esa persona sufridora y mártir en manipuladora. Muchas personas acaban ahí sin darse cuenta, como mecanismo psicológico para dar salida al dolor. Cuánto daño hace el chantaje emocional de una madre. Cuánta vida no vivida por quedar atrapados en la pena y la culpa tejidas poco a poco todos los días de una vida. Porque han existido y siguen existiendo madres así. Encajonadas en una vidas que no eligieron, aunque se repitieran que eran la mujer más satisfecha del mundo. Mujeres que han crecido con hijos que han puesto en valor eso de mi madre ha dedicado su vida a nosotros, cuando a esta mujer (a la persona que hay tras esa mujer) nadie le preguntó. Ha dependido económicamente, jamás pudo elegir, ni meterse ahí, ni salir de ahí. Esta insatisfacción oculta y negada puede desembocar en el beneficio de su vida sacrificada y no elegida: manipular a los demás con la pena. Con todo lo que he hecho por ti. Una vez se asume el rol, se culpa al otro, se proyecta el fracaso no reconocido, se pone la decepción en el otro y se convierte en una persona demandante. Cuando intuya que no le hacen suficiente caso tirará de la lista de sacrificios y sufrimiento de su abnegada vida. Es una agresión desde la frustración. Es manipular con la culpa. Es muy dañino y doloroso.
¿Dónde está esa generosidad, entrega y empatía? Es su crisis y tu carga. Hay vidas adultas anuladas en historias así.
Hay muchas personas q se comportan así, sufridoras de por vida de todo lo q les sucede, todo es un drama, hasta lo bueno tiene esa parte negativa y tienes q estar pendiente SIEMPRE de cada cosa q les sucede, pobre de ti si no lo estás y pobre de quienes sigan este juego, terminas fatal, muy tóxicas estas relaciones. Manipuladoras del dolor y culpando siempre al otro….Lejos.
Así es, hay que poner distancia, a pesar de que muchas veces son personas muy cercanas y no es nada fácil. Gracias por comentar.