Mi listón.

julio 22, 2018

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Los tengo enseñados. Saben que cuando desaparezco de casa unos días me tengo que encontrar la casa como la he dejado. Ni mejor, ni peor, simplemente como la he dejado. A pesar de lo obsesiva que puedo llegar a ser con otras cosas, para las cuestiones domésticas no lo soy en absoluto (será porque las odio), pero tiene que haber un mínimo innegociable. Si llego a casa y me la encuentro como no quiero (el listón está bajo, lo aseguro) se despiertan todos los monstruos que llevo dentro y entro en una especie de trance de locura transitoria.

La primera vez que me ausenté, lógicamente no me la encontré como la dejé. Ya sabéis, el uno por el otro, la casa sin barrer. Les expliqué una vez y lo entendieron. Se lo reparten y toca a ná y menos por barba. Imagino que ocurre como en los anuncios de la tele: en mi ausencia hacen lo que quieren y horas antes de llegar la dejan como saben que debe estar. Tampoco se me ocurriría darles una sorpresa y llegar, porque lo pactado es eso y se cumple. Yo lo único que quiero es que no provoquen mi bucle de locahistérica.

Hoy me he sorprendido haciendo lo mismo que hacen ellos. Hoy no me ha quedado otra que marujear y dejar la casa como nos gusta encontrarla a todos. Lo que he hecho en su ausencia o, mejor dicho, lo que no he hecho, no importa. Si a ellos les afectara el tema como a mí, yo también provocaría brotes de histeria si llegan antes, porque hago exactamente lo mismo que ellos.

¿Qué quiero decir con esto? Que muchas veces escucho discursos de madres que me ponen los pelos de punta. Lecciones a sus hijos de que se entreguen a fondo, que sean siempre responsables, que den siempre lo mejor de ellos mismos, que venzan la pereza, que no dejen para mañana lo que puedan hacer hoy. Y mi pregunta es: ¿los adultos siempre lo damos todo? Esas madres aleccionadoras, ¿lo dan todo en el trabajo cada día? ¿Cocinan a diario con todas sus ganas, su actitud y su ser? ¿No dejan nada para el último minuto? ¿No se escaquean nunca de lo que se pueden escaquear?

Seamos conscientes de nuestro comportamiento antes de soltar a niños y jóvenes frases que acarrean mucha más responsabilidad de la que ningún humano asume. Antes de llenarnos la boquita con frases épicas, miremos dónde tenemos nuestro listón en todo lo que hacemos.

 

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