Dichosos los todopoderosos, los que no conocen límites, los que están convencidos de que TODOS los límites están solo en la cabeza.
Yo no.
Yo no soy todopoderosa. Ni quiero serlo.
Yo no puedo con todo. Ni quiero poder.
Yo tengo límites. SÍ. Qué suerte.
Y me encanta tenerlos. Y conocerlos. Y saber y decidir YO lo que quiero hacer con ellos.
Porque tengo límites que quiero superar, pero también los hay que no. No ahora. No de momento. Quizá nunca. Porque en esto, como en todo, los límites también son míos y decido yo si quiero superarlos o no.
Así que, yo confieso:
Que tengo límites.
Que son míos.
Que me preocupo por conocerlos.
Que dedico tiempo a pensar en ellos.
Que decido YO si quiero superarlos.
Que quizá ahora no es el momento.
Que igual decido no superar algunos en toda mi vida.
Que superarlos es el camino para llegar a algún sitio.
Que antes de superarlos me preocuparé de saber por qué quiero hacerlo.
Que lo importante es saber dónde quiero llegar.
Que superar por superar, pues tampoco. Suficiente tengo con lo que tengo.
No hay nada más bobo que querer superar límites sin saber por qué.
No hay nada más limitante que desconocer los propios límites.
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