Yo no quiero que mis hijos piensen como yo. No quiero que sean como yo. Me sorprenden quienes se enorgullecen de que sus hijos tengan los mismos gustos que ellos, se dediquen a lo mismo, piensen igual o vean el mundo de la misma manera.
Me sorprendo muchas veces preguntándoles qué piensan de algunos temas. Me divierte entender cómo lo ven todo. Definitivamente, ellos me educan. Ellos son reflejo de su edad, su tiempo, sus colegios, universidades, trabajos, parejas y amigos. Ellos no piensan como yo. No ven el mundo como yo. Me gusta jugar a ver el mundo bajo su prisma para, al cabo de un rato, volver al mío. Ir saltando de uno al otro. Su mundo, mi mundo. El mundo.
Me horrorizaría que esto no fuera así. Me encanta ver que cada uno es diferente, que piensan diferente, que tiene intereses diferentes. Me gusta que sean personas independientes en todo. De mis pensamientos, también. Adoro nuestras sobremesas eternas hablando de la vida. Yo pregunto y escucho. Aprendo.
Mis hijos saben que no son míos. Mis hijos, mi hija saben que yo no soy suya.
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