Hasta el final. Insistir, persistir y nunca desistir. Siempre. Lo peor que te puede pasar es arrepentirte de no haberlo intentado hasta el final. El esfuerzo. Más esfuerzo. Valiente. Omnipotente. Todopoderoso. La trampa. El miedo es temporal, el arrepentimiento es para siempre. El miedo al arrepentimiento es eterno. Abandonar es la salida de los débiles, insistir es la alternativa de los fuertes.
Miles y miles de frases inundan nuestras redes y nuestras vidas con mensajes que mezclan voluntad y pereza, valentía y cobardía y nada, absolutamente nada, del conocimiento de tu vida y tus circunstancias. Vivimos rodeados de frases e ideas tan falsas como dañinas que nos abocan al más profundo de los abismos. Insistir, persistir y nunca desistir. Porque los valientes hacemos, los cobardes critican, pero, ¿QUÉ ES ESTO?
Desistir no implica falta de voluntad. Desistir es tener la voluntad de no seguir desgastándome emocionalmente cuando decir basta es una decisión inteligente.
Mucha educación emocional, mucha inteligencia emocional, pero poco contemplamos la inversión emocional, el desgaste emocional y la salud emocional. Porque la inversión emocional puede ser un colador a través del cual vamos perdiendo salud y vida. Es difícil desistir, pues para hacerlo es necesario salir del autoengaño en el que vivimos repitiendo los mantras que nos rodean. Solo saliendo del autoengaño en el que nos mete la falacia de turno seremos capaces de parar y decir basta cuando haya que hacerlo.
La falacia del costo hundido nos ha acompañado siempre, el problema es que ahora la vamos nutriendo día a día con la madre de todas las falacias que no es otra que la autoayuda. Porque, ¿qué hay tras la incapacidad de salir de lo que ha acabado? Un sesgo, el de costo hundido: la falacia que nos ata a proyectos acabados.
Ahí seguimos porque somos valientes y jamás nos rendimos. Hasta el final en ese proyecto personal o profesional que acabó hace años pero que solo los cobardes abandonan. Darlo todo. Hasta el final porque solo se arrepiente quien no lo intenta hasta el final. Darlo todo. Todo es todo. Todo es hasta el final. El final es hasta que lo consigamos. Porque para llegar a entender que todo no es hasta el final y que el final no es hasta que lo consigamos hay que salir del autoengaño en el que nos sumerge la falacia. ¿Cómo nos vamos a enterar si pasamos esta vida ahogados en que la mejor versión es la de la entrega infinita, incluso cuando el proyecto apesta a muerto?
Una falacia es un argumento que parece válido, pero no lo es. La de costo hundido es uno de los sesgos cognitivos más comunes en la vida de todo ser humano y que la autoayuda se encarga de alimentar.
Normal porque, ¿qué es el discurso de la autoayuda sino una distorsión cognitiva? Hemos invertido mucho en algo, inversión que ya no vamos a recuperar. Tiempo, dinero, esfuerzo…No queremos abandonar el proyecto, la relación de pareja, aquello a lo que seguimos atados únicamente porque hemos invertido emoción, tiempo, esfuerzo o dinero. Error. Sesgo cognitivo. Autoengaño que nos ata a un presente acabado desde el que decidimos un futuro que no va a llegar.
No voy a aprobar la oposición, el amor de pareja ha acabado, una carrera deportiva, el negocio lleva tiempo hundido. No lo reconozco y sigo dándolo todo. Por todo lo invertido. Me aferro, me agarro, no veo la realidad y cuando asoma algo de luz objetiva, alguien o algo de mi alrededor se mete en mi cabeza en forma de ¿cómo vas a abandonar ahora? CON TODO LO QUE HAS INVERTIDO, CON LO QUE TE HAS ESFORZADO, CON LOS AÑOS QUE LLEVÁIS. Distorsión cognitiva, sesgo, autoengaño. Las cosas acaban, independientemente del tiempo, esfuerzo, dinero o sentimiento invertido.
¿Vas a abandonar ahora? Abandonar ¿el qué? si eso hace años que no existe. Es agarrarse a ‘lo que pudo haber sido y no fue’ en vez de al ‘fue bonito mientras duró’. No sé parar porque sigo anclada a los hábitos, a mi rutina, a mi sueño. Al que pudo haber sido y no fue. No lo veo. No lo quiero ver. No me rendiré, me sigo repitiendo.
¿Dónde está la adaptación al cambio de la que tanto hablamos? Porque esto también es salir de la zona de confort. Desistir es salir de la zona de confort, porque persistir es no saber evolucionar. ¿Dónde está el crecimiento personal? La valentía de salir de lo que no me hace bien, de lo que me desgasta. Abrir los ojos para ver que no voy a poder con todo lo que tenga, que tengo límites, que me sé la teoría de escuchar al cuerpo pero que me puede la idiotez de seguir persiguiendo mis sueños.
¿Dónde está el límite de mi desgaste? ¿Cuánta vida dejo de vivir por seguir persiguiendo el sueño muerto? ¿Cuánto voy a alargar darme la oportunidad de lo que vendrá después? Aferrarse a un sueño que desgasta tanto no es sueño. Los sueños no son así. Los sueños no deberían estar alejados de la realidad objetiva, porque los sueños nacieron para ser cumplidos. No me aferro al sueño, me aferro a lo que pudo haber sido y fue pero YA NO ES. Y no pasa nada. No pasará cuando abra los ojos y vea que sigo estando y siendo fuera de ahí. Porque sigo siendo mientras tenga vida.
Las consecuencias de esta falacia pueden ser desastrosas. Nunca voy a compensar el tiempo, esfuerzo o dinero invertido pero eso sigue decidiendo por mí. ¿Hasta cuándo? Hasta que salga del autoengaño, hasta que entienda que lo que he invertido no justifica jamás seguir en lo que ya no es.
No me rindo, simplemente no me autoengaño. Desisto porque soy inteligente y abro nuevos horizontes, esos que solo vendrán cuando sea capaz de tomar una decisión alejada de la emoción que me ancla a tratar de evitar lo inevitable. Solo los valientes se rinden porque el fracaso también tiene mucho de insistir y persistir en aquello que ya no tienen ningún sentido.
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