De tan buena pareces tonta: los límites.

abril 10, 2021

De tan buena que eres pareces tonta. Es que soy idiota. Me ha mentido, engañado, me ha traicionado, pero voy a quedar como una señora: me muero por dentro, pero nadie se va a dar cuenta. Con la cabeza bien alta, incluso me pintaré los morros. Ser buena. No vale la pena enfadarse. No me voy a poner a su nivel. Yo no soy así. Pues a veces no ponerte al nivel hace que nada cambie para bien. Ya vendrá luego la queja de que nada cambia. ¿Cuántas veces confundimos ser buena con tener educación? ¿Cuántas veces llamamos ser mala persona a mantenerse firme en unos límites en la relación con los otros? Una mujer inteligente no se pone triste, se pone bonita. Pero, ¿qué estupidez es esta?

Es que yo no soy así, (así = saber decir basta, enfadarme, actuar acorde a la situación de engaño o abuso). Así = mala persona. Yo soy buena, no me enfado, no digo lo que me pasa, tengo capacidad para relativizar y no discutir. Decir es que yo no soy así refiriéndome a que no me voy a enfadar ni cambiar mi conducta a pesar de todo lo que me haga el otro, no solo no es educación sino que es la forma más fácil de acabar con la confianza en una misma. Decir yo no soy así es como decir yo soy así, esa expresión que tanto criticamos. No ser así, es no entender que no es como seas en abstracto o en esencia (lo de la esencia para otro día), es la manera en la que tú eres en ese contexto concreto con esa persona que se ha portado mal contigo. No siempre somos como categoría esencial, somos como reaccionamos a la conducta del otro como categoría comportamental. Las conductas, la tuya y la del otro, la relación. Confundir eso con ser buena persona obvia la respuesta funcional a esa situación contextual concreta. Ser buena, no ser rencorosa, como una señora, lo perdono todo, es que yo no soy así…os suenan, ¿verdad?

Si saliéramos de la historia de la esencia quizá fuéramos más libres para entender que somos conductas que elegimos en un momento dado. Y conducta también es decidir no ser como yo acostumbro a ser porque en estos momentos la situación necesita otra respuesta por mi parte.

Llamo ser tonta al cansancio de hacer lo que no quiero hacer porque llevo tal empanada mental que ya no sé ni lo que quiero hacer: soy buena, no soy vengativa, no soy como los demás. La sociedad confunde ser buena con marcar límites y nada tiene que ver. No soy buena ni mala. Tan solo no sé poner límites. Porque de lo que hablamos cuando afirmamos que alguien es tan bueno que parece tonto es de que no sabe poner límites. Es normal, porque en nuestra educación en habilidades de comunicación se ha confundido mucho el saber poner límites con otras muchas cosas.

Poner límites no tiene nada que ver con la mala educación, ni con ser egoísta sino con el respeto hacia una misma. Poner límites no tiene nada que ver con hacerlo de mala manera. Poner límites es salir del estilo de comunicación pasiva tan confundido con buena educación. Nos sentimos mal y no sabemos por qué, porque soy buena, educada, porque yo no soy así. Nos sentimos mal cuando es un hecho continuado en el tiempo porque sentimos frustración, rabia, tristeza y malestar.

Bien no nos sentimos no siendo así. En el contexto de la relación nos sentimos bien cuando percibimos reciprocidad. Si no hay límites desaparece la percepción de reciprocidad y se resiente la seguridad en una misma, la confianza, la autoestima y la relación con nosotras y con el otro.

Los límites.

La relación se da en un espacio físico y emocional. Los límites son la línea que separa el yo, el tú y el espacio en el que se da la relación. ¡Bah!, paso de discutir, ya lo hago yo. Es la última vez que lo hago, no lo volveré a hacer. Es que me tengo que acordar yo de todo. No se lo vuelvo a recordar. Y así van pasando los años. Es que fulanita es muy valiente. No, fulanita habla. Tampoco es que tenga mucho carácter, simplemente pone límites, dice que no y se enfada cuando no se respeta ese no. Porque hay que enfadarse cuando el otro no respeta mis límites. Pero no todo el mundo está preparado para ver seguridad en el prójimo, y esa seguridad muchas veces nos la han traducido como mal carácter.

Las relaciones se establecen con la comunicación: la verbal y la no verbal. Los límites los marco comunicando y para saber hacerlo debo ser asertiva. Confundir ser tonta con ser buena persona tiene que ver con una comunicación pasiva y eso tiene un componente educacional muy importante. No nos enseñan a ser asertivos. Existen algunas razones educacionales para tener escasa asertividad:

  • No hay que contradecir. Contradecir es malo. De hecho, es visto como un conflicto. Calladita estás más guapa. Los conflictos no son malos, son inevitables; lo malo es no saber resolverlos.
  • Intentar complacer siempre a los demás. Creer que si no cedo soy egoísta.
  • Evitar confrontaciones o rechazos. Miedo al rechazo, a que no me quieran. Miedo a la crítica. Querer gustar a todo el mundo es acabar no gustando a nadie.
  • Sensación de culpa por haber herido los sentimientos del otro.

Junto a estos componentes educacionales podemos encontrar características propias de cada persona , problemas de seguridad en uno mismo y autoestima. Lo cierto es que esa es la rueda de la comunicación pasiva: cuanto menos comunique mis deseos y necesidades más se va a resentir la seguridad en mí misma y cuanto más resentida la tenga más pasiva seré. El bucle. Resultado de todo esto será evitar, cediendo o huyendo.

La dificultad de poner límites.

Somos en la relación con los demás. Es en la relación con el otro cuando descubro cómo soy. Respetar el lugar en el que acabo yo y empieza el otro es un sostén fundamental para la autoestima. Los límites siempre son necesarios: los míos, los tuyos y los nuestros. Los límites tienen mucho que ver con la manera satisfactoria de relacionarnos con nuestros semejantes. Tener claro qué es aquello que queremos y que no queremos, lo intolerable, lo innegociable; la responsabilidad sobre mi vida de acuerdo con mis valores y mis prioridades.

Aprender cómo poner límites es algo que se puede desarrollar. Es asertividad pura, es defender lo mío entendiendo que el otro también existe. Somos muy deficientes en habilidades de comunicación. No nos han enseñado. Vamos de la pasividad a la agresividad y el estilo pasivo agresivo es un fiel compañero. El primer paso para ser asertivo es entender la necesidad de ser asertivo, como habilidad que se entrena para lograr una relación más satisfactoria con la vida.

Y tú, ¿cómo te cuentas la historia de creerte tonta?

Foto: Jan Kroon

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