El que se mira en cualquier espejo con el que se cruza se da «me gusta» a sus propias publicaciones. Quien es «listillo»en su trabajo también lo es en su imagen y contactos en redes.
El tramposo, el mentiroso y el trepa siempre han existido. El borde y el antipático, también. El que farda, el envidioso y el que opina de todo. El que sale a la calle de triunfador. El que se cree guapo y listo.
El que no sabe vivir sin pareja y cada año encuentra al «amor de su vida». El que se apunta a cualquier plan porque no sabe estar solo o el que habla en redes con el primero que le da conversación porque prefiere eso al silencio.
La vida no es tan distinta en redes. No somos tan distintos a como hemos sido siempre. Si me comporto igual en persona que en redes no creo que una vida sea mejor que la otra. Hay cuentas maravillosas de las que aprender un montón. Hay espacios y personas a los que jamás tendríamos acceso. Hay lugares bonitos por conocer, igual de bonitos que la calle donde vivo, la cafetería de siempre o la playa donde nací. Hay personas igual de bonitas que mis amigos de carne y hueso. No hay vidas «reales» mejores que otras «menos reales».
Las redes son una gran ventana al mundo. Y como cualquier ventana hay que limpiarla para poder ver bien. Saber cuando abrirla un poco para airear, cuando cerrar y cuando saltar por ella para salir al mundo.
Quien no tiene filtro se pierde en las redes. Igual que en la vida.
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