No escribía desde junio. Lo primero que me sale es decir que no he tenido tiempo. Paro. Es mentira. He tenido tiempo porque tiempo he tenido para otras cosas porque vivir, he seguido viviendo. Pensaba en escribir. No hay día que no piense que tengo que escribir. No sé si lo necesito, si es porque obtengo respuesta vuestra o si es otro de esos ‘deberías’ que nos va marcando la vida.
Y en esa historia de los ‘debería’ varios nos va pasando la vida: discerniendo lo que de verdad queremos de todo eso que nuestra cabeza, es decir, nuestra historia de aprendizaje y nuestro momento nos dice que deberíamos y que forman parte de la presión del momento. Que lo mismo pasa por tener que tener una casa, casarte, no poder perder (?) todo lo logrado o tener que escribir.
Ha pasado un verano. He parado poco. De trabajar solo paré la primera semana de agosto. Ahí quedó. No recuerdo demasiado. Tengo la suerte de ser de una isla maravillosa a la que puedo volver siempre que quiero. Tengo la suerte de poder tener el trabajo online (eso me lo he currado yo, , nacer en la isla, no, mi vida sí) y llevármelo donde decida ir. Tengo la suerte de decidir montar el campamento de junio a octubre en el lugar que me vio nacer. He conseguido lograr tener una vida (y una edad) en la que puedo hacerme la agenda y decidir dónde voy.
Creo que otro motivo por el que no he escrito es porque mi vida está llena. Este verano me ha regalado muchas cosas. No he parado de trabajar, pero he aprendido que mi mayor logro es la libertad que tengo para decidir seguir trabajando cuando el mundo habla de que hay que parar, cuando no sabemos muy bien quién decide que hay que parar. Esto es metáfora, una metáfora más, porque el valor que le doy a mi vida jamás ha sido el trabajo. El sentido, y cada vez me doy más cuenta de ello, es llevar la vida que yo y solo yo decido llevar. Aquí se cruza lo de tener que escribir. Lo pilláis, ¿verdad?
Es continua la presión de los ‘deberías’ (los entrecomillo para darles todo el poder que tienen) de fuera. Es difícil muchas veces darse cuenta de ello. Me pasa cuando veo a la peña yéndose al Tik Tok porque toca. Que ahora Reels, pues vamos a hacer Reels. Que pasó con los webinars en pandemia. Y los podcast. Hay más podcast (¿se pone en plural?, no lo sé, me da igual) que personas. Eso sí: únicos, especiales y con marca personal. Y libres, siempre libres. Porque tú has logrado trabajar para ti, ser tu propio jefe. Nada de la dictadura del jefe del algoritmo.
No nos damos cuenta de la cantidad de cosas externas que han construido nuestra vida obedeciendo a la presión de ‘lo correcto’. ¿Quién decidió eso? No lo sé, pero sí sé que tenía una visión muy estrecha y rígida de lo que es la vida.
Este verano me ha regalado entender que da igual la vida vivida porque siempre queda vida por vivir, por conocer, por sentir, por encontrar. La vida siempre va hacia delante. Hace ya tiempo que dejé atrás esa parte de mí que seguía un camino marcado. Me costó, como a ti te está costando, pero sabes en el fondo y seguramente muy en el fondo, la vida no puede ser jamás dejar de vivir la vida. No somos eternos. No somos una única forma de vivir la vida.
Tu vida eres tú. Tú eres quien crea tu vida. Si otros, sean quienes sean esos otros, deciden lo que tiene que ser tu vida que por lo menos sean importantes para ti. Porque muchas veces quien decide tu vida no sabes ni quién es. ¿Quién decidió eso que debía ser tu vida?
He vuelto. ¿Cuándo he podido? Eso es lo que diría ese Yo que sale solo. He vuelto cuando he decidido volver. Siempre es cuando decides decidir. La vida siempre empieza cuando decides decidir. Lo demás es un mientras tanto. El problema será si el mientras tanto te lleva a acabar con eso que jamás debe acabar: VIVIR mientras vives.
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