Me daba rabia. Que un profesor me puntuara más bajo con el argumento de que yo podía hacerlo mejor, me daba rabia. Eso es como si en el trabajo un mes me pagan menos que a mi compañero porque alguien opina que tengo capacidad para sacar más provecho a mis horas. En todo caso, si tengo capacidad págame más y haré más.
La recompensa, el premio, sea una nota o lo que sea es por el resultado, no por la opinión de alguien de hasta dónde soy capaz de llegar. Si quieres que haga más ingéniatelas para sacar eso de mí, pero no castigues el trabajo que he hecho con tu hipótesis de que lo puedo hacer mejor. Sacar buena nota esforzándome lo justo también tiene mérito. Si valoras esfuerzo valoras esfuerzo, pero si valoras resultados, deja al esfuerzo en paz. Si valoras resultados objetivos las consecuencias deben ser objetivas, el premio debe ser objetivo.
La sociedad castiga a los buenos desde la infancia. La sociedad adulta sigue castigando a los mejores. Ocurre en los trabajos. En igualdad de condiciones, los trabajadores más eficientes suelen tener más carga de trabajo que sus compañeros de departamento menos eficientes. Todos hemos tenido algún compañero de esos que se escaquea, que siempre anda muy liado (básicamente se mueve mucho).
Pues bien, no me cargues con más trabajo porque el otro no cumple. Básicamente porque estás premiando al listillo. Que yo sea más eficiente y responsable que el que tengo al lado no significa que quiera ni merezca más carga que él. Si yo soy más rápida y me cargas de curro es muy probable que pronto o tarde deje de ser tan eficiente. ¿Para qué si voy a recibir lo mismo que el listo? Porque podré ser eficiente y responsable para el trabajo, pero tonta para la vida tampoco soy. Al final si puedo hacer algo en dos días no lo haré en dos horas.
Con la salud psicológica pasa lo mismo. Conseguir ser una persona psicológicamente sana lleva trabajo. Entrenarnos en estar psicológicamente equilibrados requiere esfuerzo. Nuestra genética y entorno nos pueden haber ayudado, pero a todos nos cuesta mantener nuestra salud mental. Y en ese trabajo diario por conseguirlo es una especie de insulto que siempre el más equilibrado, el que es capaz de no meterse en conflictos, el que sabe mediar, el que se esfuerza por ignorar, el que mantiene la serenidad, el racional, el flexible, el que arriesga, cambia, el que trabaja, el que saca buenas notas tenga que ser el que tenga que tolerar el “yo soy así” del resto. Nadie “es así”. Y si lo son no es mi problema. Yo soy asá. Que sean así es su problema, no el mío.
En teoría somos personas adultas y maduras que hemos aprendido (o deberíamos haber aprendido) a convivir en sociedad. Y nuestro esfuerzo nos cuesta. Son los que no tienen las características de las personas psicológicamente sanas las que deben esforzarse en tenerlas. Y si tenemos algún problema que nos impide manejarnos bien somos mayorcitos para pedir ayuda.
No desgastemos a los sanos. Al igual que el que no llega a la nota se debe esforzar por alcanzarla es el que no es psicológicamente sano el que tiene que realizar el esfuerzo de serlo. Solo cuando lo sea podremos convivir en paz.
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