Corregir es un arte. Hacerlo bien es un acto de generosidad. Para hacer crítica constructiva es preciso saber no solo qué decir, sino cuándo decirlo, dónde y cómo. Como en cualquier comunicación hay que tener en cuenta el emisor, el receptor, el código y el mensaje.
No voy a escribir acerca del arte de corregir sino sobre la resistencia a ser corregidos. Partimos de que la corrección está bien hecha, que se manejan bien los espacios y los tiempos, que hay una excelente comunicación verbal y no verbal. Crítica objetiva bien hecha en forma y fondo.
¿Qué lleva a una persona a ponerse a la defensiva ante la crítica constructiva de alguien con quien tiene un vínculo? ¿Qué pasa si esto te ocurre con alguien cercano, sea un familiar o un compañero de trabajo?
Los motivos que hay detrás de la resistencia a aceptar una crítica constructiva no son demasiado complejos. La consecuencia de la resistencia siempre es la misma: la negación. Y esa negación debe ser resuelta. Veamos cuál es la forma más extendida de dar salida a esa negación y salir de la disonancia que sentimos.
La resistencia
Muchas personas tienen dificultades para aceptar críticas. No entienden (NO LO ENTIENDEN) que las críticas constructivas pueden ayudarnos a mejorar. El manejo de la crítica (dar y recibir) es una habilidad social más. Y no todo el mundo la tiene.
Las habilidades sociales son un conjunto de estrategias de conducta y la capacidad para aplicar dichas conductas de manera efectiva en un contexto social. El término «habilidad» indica que esta destreza social no es un rasgo de personalidad, sino un conjunto de respuestas que se aprenden y se pueden mejorar toda la vida.
Si no tengo la habilidad, ante una crítica se tambaleará la seguridad en mí misma y mi autoestima porque no soy capaz de ver la crítica como una oportunidad de mejorar sino que la veo como una amenaza hacia mi persona. Soy incapaz de separar el hecho objetivo criticado de lo que soy como persona. No sé separar el hacer del SER. Una vez más. Por eso me ofendo, me enfado, me resisto y activo mis mecanismos para defenderme.
En el contexto de la crítica, la resistencia que provoca sentirme atacada se une a la resistencia al cambio que todos llevamos dentro en mayor o menor medida. El ser humano es un animal de costumbres, y uno de sus mecanismos más automatizados es el de la resistencia al cambio. A todos nos cuesta. Si intuyo cambio en un contexto en el que me siento ofendida la resistencia se multiplica. De ahí el argumento de siempre, lo de “yo siempre lo he hecho así”, “yo soy así” y demás creencias que nos anclan en el inmovilismo y justifican in eternum nuestra resistencia al cambio.
¿Mejoraré si me rodeo solo de gente que me dice lo bien que lo hago todo? ¿Mejoraré si no tengo la habilidad de separar lo que hago de lo que soy? ¿Mejoraré si no venzo mi resistencia al cambio? NO.
La habilidad social
Si siento que una crítica me afecta mucho debería preguntarme qué es lo que me molesta de la corrección, a qué se debe mi reacción. A todos nos cuesta escuchar lo que no nos gusta, pero ahí está lo que podemos mejorar como personas. Mejorar siempre es cambiar algo.
¿Me genera sentimiento de inseguridad? ¿Se resiente mi autoestima?
Este no es un camino fácil, más bien es un proceso difícil y doloroso. Implica indagar en mis emociones, mis creencias, mis prejuicios. Eso me lleva a analizar las respuestas que tengo automatizadas cuando me siento atacada y eso no es agradable porque me enfrenta a mis monstruos. Me resulta mucho más fácil ponerme una coraza, negar, defenderme para salvaguardar mi ficticio bienestar. Es más fácil manejar la resistencia y la negación. Lo más fácil siempre es no hacer nada. El inmovilismo.
¿Qué hacer si soy consciente de que una crítica me molesta?
- Escuchar a la persona y su argumento. Solo escuchando podemos aprender de la crítica.
- Analizar si esa crítica me puede ayudar a mejorar algo que estoy haciendo mal.
- Topar una vez más con la realidad y sus dos opciones: aceptar la realidad o no aceptarla.
- Defenderme asertivamente si no estoy de acuerdo.
Si estoy segura de mí y tengo la habilidad social que hay que tener para aceptar críticas soy capaz de hacer dos cosas:
- No me ofendo cuando me corrigen porque mi Yo no se ve amenazado y mi autoestima sigue intacta.
- Soy capaz de defenderme asertivamente si pienso que la crítica no es justa.
¿Qué mecanismos tengo para analizar la realidad? ¿Soy sincera conmigo misma? ¿Qué puede más: mis ganas de tener razón o mis ganas de mejorar? Porque tener razón y mejorar son en ocasiones dos fuerzas que tiran en direcciones opuestas.
Hoy en día hay mucha tentación para esquivar la vía de la aceptación y la mejora. Existe mucho blablablá que nos defiende de TODAS las opiniones de los demás (independientemente de quien vengan) porque ve el mundo como una amenaza. Nos hacen creer que así ganamos seguridad, cuando es justo lo contrario: cada vez somos más inseguros. Cada vez estamos más a la defensiva.
La desconfianza, creer que somos envidiados y por eso nos corrigen, pensar que lo que desea el otro es que nos hundamos, la creencia de que si nosotros caemos el otro triunfará es el resultado del refranero de algunos coaches iluminados, con el que creen proteger a nuestro Yo. Lo de este nuevo refranero popular que nos presenta un mundo en el que el prójimo es una constante amenaza lo recogeré en la nueva sección del blog #QueVieneElLobo a partir del próximo mes de enero.
La respuesta
La carencia de habilidad social unida a la negación y la resistencia al cambio nos conduce al virus más extendido en defensa personal: si me cargo a la persona, me cargo el argumento. Fácil y sencillo. Un juego de niños. Es un mecanismo primitivo e infantil. Y cutre.
Ni más ni menos que la falacia ad hominem. La falacia ad hominem significa “contra el hombre”. Por las razones que sea, de forma consciente o inconsciente, se cuestionan los argumentos de mi oponente atacando a la persona en vez de evaluar la validez o no de los argumentos que emplea. Me agarro a lo que sea con tal de descalificar a esa persona. Una vez descalificada la persona su argumento no vale nada. El pan nuestro de cada día.
La solución
Rodearme de gente que sepa más que yo y me pueda corregir es una manera fácil de saber lo que tengo que mejorar. Rodearme de gente que sabe es indicador de la seguridad en mí misma, de mi correcta autoestima y de mis ganas de aprender y mejorar. Si entiendo la crítica y la acepto entro en el camino de la mejora personal.
El niño no aprende si no le corregimos. Nadie aprende si no se deja corregir. Pero para eso hay que ver a los demás como aliados no como amenazas. Para eso hay que ser flexible al cambio. Para eso hay que QUERER tener habilidades sociales.
Y tú ¿entrenas tus habilidades sociales como estrategia para mejorar y evolucionar las veces que haga falta?
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