Tú también inspiras: Jose Hernández López.

abril 26, 2019

Un sillón, una chimenea y unos labios rojos. Un sillón. Un sillón con vistas a la chimenea. Dos gatos, una copa de vino y toda la amabilidad que una persona agradecida con la vida es capaz de regalar. Allí se dedica a la única ocupación que la vida, su difícil vida, le permite tener: ocuparse de que sus seres queridos estén bien. Abrir las puertas de su casa. Recibir y escuchar. Un sillón, una chimenea, una copa de vino y unos labios siempre rojos.

La vida la ha convertido en eso: una gran conversadora, de esas que saben que la clave para una buena conversación es saber escuchar. Es de esas personas que me llamó la atención cuando se cruzaron nuestros caminos en las redes sociales, esos que algunos opinan que están al margen de la realidad. De las pocas a las que yo he dado el primer paso de escribir. De las pocas a las que le escribí esto hace año y medio. Así es ella. Cuando se cruza en tu vida, te ilumina y te impacta. Algo mueve en tu interior. Solo ella podía inspirar este espacio que inauguramos hoy.

Generosa, inteligente y con mucho sentido del humor. También dolor, mucho dolor como inseparable compañero de viaje.

Tiene una pareja maravillosa, tres fantásticas hermanas, una madre estupenda y  muchos amigos. Estanterías llenas de objetos que le trae toda su gente en cada viaje.  Mucho sentido del humor. Y dolor, mucho dolor.

No conoce vida sin enfermedad. Toda una vida conviviendo con el dolor y la enfermedad. Supongo que uno no se acostumbra nunca a ello, ni lo llega a aceptar del todo, pero tiene a su alrededor mucho que la salva. Tiene dentro su propia fortaleza que la salva de ella misma.

Un sillón, mucho amor y los labios siempre rojos para recibir a los que la quieren.

Lo que la vida le tenía preparado empezó pronto. Una niña alegre, divertida, la segunda de cuatro hermanas. Una niña a la que le encantaba jugar al fútbol, nadar, dibujar y pasar las horas devorando libros. La misma que se retaba a sí misma haciendo puzzles complejos. Recuerda con nostalgia a esa niña terremoto, como ella misma la define. Una niña que pronto entendió lo que iba a ser su vida: una vida enferma. El primer asomo de la enfermedad, el dolor y el miedo real a morir la visitó con ocho años. Una peritonitis aguda casi se la lleva de este mundo. Allí, algo cambió dentro de ella, porque era una niña muy consciente. Ver la muerte cerca siendo una niña. Muy duro. Muy cerca. Ahí, esa niña empezó a conocerse, a respetarse, a soportarse, a quererse y a ignorarse cuando era necesario. Una niña y el dolor.

Desde entonces, poca tregua ha conocido. El dolor, el malestar y la incertidumbre son una constante en su vida. En plena adolescencia, de los quince a los veinte años, lleva un aparato para la espalda debido a una escoliosis severa, indicio de lo que sería años después el diagnóstico de su enfermedad. Dolor, crueldad, impotencia, frustración. La vida se convirtió en todo aquello que ocurría fuera. La parálisis, la frustración y el dolor era todo lo que se vivía dentro. Una adolescente y más dolor.

¿Cómo puede una persona llevar 40 años con dolor y estar contenta? ¿Cómo puede una persona convivir con la enfermedad como compañera de viaje y ser feliz? ¿Cómo puede una mujer pintarse los labios de rojo para dedicarse a la ocupación de preocuparse por los seres queridos? ¿Cómo puede una persona incapacitada decir que su ocupación es preocuparse de que sus amigos estén bien?

Acaba sus estudios de Diseño Gráfico y se pone a trabajar. Trabaja muchas horas. Le apasiona su trabajo. Entonces, la vida la vuelve a parar: a los treinta años, después de mucho tiempo arrastrando la enfermedad, le diagnostican el Síndrome de Ehlers-Danlos , una enfermedad hereditaria poco conocida caracterizada por articulaciones extremadamente sueltas o laxas, piel muy elástica en la que se forman hematomas con gran facilidad y vasos sanguíneos que se dañan fácilmente.

Asumir y aceptar una enfermedad que le limitaba la vida no fue fácil. Un camino difícil que más se complicó con la muerte de su padre siete años después. Ese fue un golpe durísimo que la llevó a quedarse en 37 kilos y sumirla en una profunda depresión. Revés de la vida para el cuerpo y para el alma. Período complicado de una joven vida que acabaría con la pérdida definitiva del trabajo. Dejar de trabajar en la profesión que le encantaba para empezar a trabajar en la empresa de su salud y su vida. Ansiedad, depresión y terapia psicológica, mucha terapia.

Frustración, rabia, enfado, injusticia, enfermedad, dolor. ¿Cómo se pasa de esto a la alegría de vivir? Ella lo tiene claro:

  • En primer lugar terapia, terapia y mucha terapia psicológica. En su vulnerabilidad ha sido carne de cañón de todo tipo de organizaciones sectarias, de las que, comenta, al final te salva tu propia cabeza. Si estás en un momento vulnerable y no tienes espíritu crítico es muy difícil no caer en su trampa.
  • Se creó un personaje: “Tormenta”, un alter ego muy fuerte pero consciente de sus propios límites. Sabe que Tormenta es capaz de resistir. Porque hay días que su único trabajo es resistir.
  • El amor. El amor incondicional de su pareja, sus tres hermanas, su madre. Sus amigos. Habla maravillas del amor, de su amor, pareja incondicional que la ha aceptado, la ha ayudado, ha renunciado a otra vida por estar con ella, por cuidarla a ella. Se siente querida. “Qué suerte tengo”, se le escapa a menudo.
  • Dejar de luchar cuando está mal. Dejarse llevar por el malestar, surfear la ola del dolor y esperar que pase. La acepta, y se funde con ella. Ya ha aprendido que en esos momentos de nada sirve luchar contra ello. En esos momentos la lucha es fundirse. Tormenta es fuerte para saber cuando rendirse al dolor.
  • La importancia de tener pedacitos de satisfacción repartidos en varios lugares. Cuando la vida te saca del mundo laboral necesitas cachitos de otros éxitos repartidos por todas partes. Insiste mucho en la idea de que la felicidad no puede estar puesta en un solo sitio.
  • El sentido del humor. Su capacidad de reírse de ella misma.
  • Cantar. Canta de maravilla. Canta con dolor porque cantar le da fuerza a pesar del dolor.

Y así es Jose, una mujer con una vida nada fácil y, sin embargo, agradecida con la vida.  Ella sí es pura resiliencia. Ella es sencillamente MARAVILLOSA.

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4 Comentarios

  1. Una sufridora más

    Me ha encantado la entrada. Yo también sufro dolor crónico incapacitante y me he visto reflejada en este entrada. Yo hace tiempo que deje de luchar contra el dolor, es imposible, no queda más remedio, como dices, que surfear con él, pero cuesta y es muy duro, durísimo. El truco está en aceptar el hoy y el ahora tal y como venga, sabiendo que si es malo, muy malo, o malísimo, pasará como otras tantas tormentas que han ocurrido a lo largo de los años y que se han superado. Lo importante es siempre confiar en un mismo y su capacidad de seguir siempre adelante dotándose por supuesto de mucha fuerza y paciencia, pues hacer le va a hacer falta. 😘

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    • mariajesusgimenez

      Me alegro que te haya gustado. Admiro profundamente esta capacidad vuestra para convivir con el dolor. El esfuerzo diario que tenéis que hacer para seguir hacia adelante. Un abrazo muy fuerte.

      Responder

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