Mucho se habla de las parejas que se divorciarán. Muchos artículos se han publicado sobre el daño irreparable de la cuarentena en temas de amor. Sabemos de la epidemia de divorcios en China tras el confinamiento. Que la gente se divorcia es verdad, tenemos datos de ello. Pero también hay otra realidad de la que no se habla porque de ella no se tiene ningún dato. O porque no queda de personas seguras e independientes. Porque en esto del amor el mundo de fuera, ese que ahora se ha parado, también lleva años confundiéndonos.
Poco se habla de las parejas que se están reencontrando con la pausa, el tiempo y la quietud. No el primer día, ni el segundo, ni quizá tampoco el séptimo pero estoy viendo a parejas que un día cualquiera de confinamiento caen en la cuenta de cuánto hacía que no tenían tiempo de hablar, de compartir y de encontrarse.
Tener que llegar a todo y acabar el día cansados no favorece la conversación, ni alimenta la paciencia o las ganas de compartir. Lo de buscar tiempo para la pareja todos lo sabemos, pero no siempre lo hacemos. Como cualquier teoría aprendida que el día a día va borrando. Porque la vida de fuera ha matado muchas cosas y el amor no se ha librado de ello. Incluso llegar a pronunciar con orgullo algo tan contundente como «no tengo tiempo para el amor». Y quedarse más ancho que largo.
Se dijo, se dice y se seguirá diciendo que tras este período de confinamiento aumentarán los divorcios. Las parejas cuyas vida se separaron en algún momento y que no compartan valores es muy probable que se separen. Lógicamente, aquellas que ya estaban rotas no solo no sobrevivirán a esto sino que la situación será cada vez más insostenible.
Ya he comentado en otras ocasiones que la vida de fuera, la prisa, el estrés, las ochenta actividades de los niños, las tareas domésticas sin tiempo, ir al súper, hacer la cena, la conciliación de vida profesional y personal matan la convivencia. Y cuando la convivencia se resiente pronto o tarde hiere de muerte al amor.
Pero el mundo se ha parado y tenemos algo que no hemos tenido hace muchos años: tiempo. No se llega los primeros días de confinamiento, pero tras la aceptación de la situación puede haber lugar para el reencuentro. Porque nos damos cuenta de que compartimos valores, que tenemos muchas cosas en común, que nos queremos, pero que el ritmo de fuera lo ha matado poco a poco. Parejas que, de repente, se han reencontrado en el sofá, compartiendo sobremesas y cafés a media tarde sin prisas. Parejas que al parar el mundo han podido hablar y darse cuenta de que lo que moría no era el amor sino la vida.
Poco se habla de que el amor salva en estos momentos a muchas personas. Porque eso no vende, no vende decir que el amor nos salva de mucho, aunque nos salve.
En estos momentos a muchas personas les salva vivir en pareja. Pero no, eso es de flojuchos y dependientes. Ya sabéis los discursos del mundo de fuera: yo puedo solo con esto, yo no necesito a nadie, yo quiero hacer lo que me dé la gana, no quiero atarme a nada, el amor es ciego,… Ya sabéis el ruido que hacen estos discursos de los que hablan del amor sin tener ni idea de lo que es el amor. Porque si has conocido el amor (no diré el amor verdadero porque si no es verdadero no es amor) sabes que el amor no ata, ni habla de necesitar, pero sí de querer ser más fuerte al lado de otra persona. Ese que no tiene miedo a afirmar que solo se es feliz pero que se puede ser un poco más feliz al lado de alguien.
Poco se habla de que el amor es nuestro mayor valor para construir relaciones sanas . Poco se habla de que el miedo a no aparentar ser autosuficientes y libres nos lleva a renunciar a nuestra necesidad de vínculo afectivo.
El amor nos salva de todo. ¿Qué estilo de vida es ese que no prioriza el amor? ¿Qué valor tiene un estilo de vida en la que el discurso es menospreciar al amor? Cero. La vida con amor es infinitamente mejor. No me hables mal del amor porque si me hablas mal del amor es que no has conocido el amor. No hables de lo que no conoces. Pocas cosas hay más efectivas para el miedo y la incertidumbre que el amor. Saberse acompañado, la complicidad de saber que de esta salimos juntos, la comprensión. El amor.
Qué triste estilo de vida ese que no entiende que en esta vida cuando todo se tuerce solo nos salvan dos cosas: el amor y el humor.
0 comentarios