Me sorprende cómo ha cambiado el discurso de algunos. Y es que el hambre siempre ha agudizado el ingenio. Bueno, en verdad no me sorprende; siempre han estado esos que se han subido al carro de lo que estaba de moda. Estoy hablando de los que hasta hace dos telediarios defendían lo de luchar por tus sueños, esos en los que tú eras tu única prioridad. Esos que con palabras y gestos demostraron durante muchos años que siempre fueron su primera opción. Esos que ahora el miedito y el hambre hace que estén cambiando el discurso. El virus, la crisis, el hambre.
Es necesario no bajar la guardia porque los últimos meses han aparecido personas con apariencia de generosa con frases como ‘ahora nos tenemos que ayudar entre todos’. Y yo no puedo evitar sonreír cuando los veo por ahí lanzando su espontáneo, generoso y solidario discurso. Los leo, los escucho. Sonrío. ¿Por qué? Porque todos tenemos una trayectoria.
Siempre nos hemos tenido que ayudar entre todos. Porque en los tiempos en los que lo que se llevaba el ‘proyecto personal’ hasta el final estas personas tenían un discurso totalmente individualista. Su único pronombre era Yo y todos los verbos eran conjugados en primera persona del singular.
Estas personas no tuvieron problemas en no entender en un momento que las opiniones diferentes enriquecían. Estas personas en los tiempos del ‘proyecto personal’ no tuvieron problema en pasar de ti cuando no le fuiste útil. Estas personas, que se han pasado a la primera persona del plural, no tuvieron problema en no devolver llamadas o contestar correos. Estas personas pasaron años jugando a ser islas, a creerse dueños y señores del espacio y el tiempo, convencidos de que el momento correcto de actuar era cuando ellos podían. Estas personas desde su isla entendían que su tiempo valía más que el tuyo. Ellos creían liderar manejar a su equipo a su antojo (lo que creyeron que era un equipo porque capacidad de crear equipo no tiene alguien que se maneja con estas conductas). Estas personas se subieron ellos solitos a un pedestal. Estas personas entendían que las relaciones eran de usar y tirar. Utilizaban a los de alrededor para avanzar algo en sus proyectos y luego patada y un si te he visto no me acuerdo. Estas personas de repente hablan de colaboración, de ayuda mutua. Estas personas hablan en nosotros. Sonrío.
No hay que bajar la guardia. Que el coronavirus nos deje la costumbre de mantenernos a metro y medio de todo. Que ese metro y medio de distancia nos ayude a escuchar nuestra intuición, a hacer caso de las dudas que nos invadan ante esta espontáneas ganas de colaborar.
Que esa distancia de seguridad nos siga ayudando a descubrir que quien solo se acuerda de ti en las malas solo busca salvarse a sí mismo. Siempre fue tiempo de colaborar. Afortunadamente, quienes siempre lo hicieron no necesitan hablar ahora de la necesidad de colaborar.
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