Mucho se habla: perseguir sueños. Con Susana Liberal.

mayo 12, 2019

Vaya por delante que Susana y yo somos de soñar, que ambas buscamos la ilusión como compañera de vida.  Vaya por delante que tenemos objetivos, ilusiones y metas. Siempre los hemos tenido. El unicornio vomitando arco iris es un guiño a la forma en que nos conocimos en redes; una crítica a todo lo que nos aleja de la realidad y que nos dificulta, al final, conseguir nuestros sueños.

¿Qué es perseguir los sueños? Si lo sueño, ¿tiene que ser posible?, ¿tiene que ser real? ¿Y si lo que llamo sueños se convierte en fantasías que permanecen y me atrapan demasiado tiempo? Pensando en todo esto, recuerdo una paciente en mi consulta, con quien llevaba poco tiempo trabajando. Una chica de veintipocos años, con un bebé, abandonada por su pareja antes de nacer su hijo, sin padre conocido y con una madre a la que continuamente buscaba y no encontraba. Una madre con la que sus posibilidades de relación eran únicamente a través de broncas, peleas y enfrentamientos. Una madre que atiende a su bebé, y obtiene la guarda y custodia ante la desesperación de ella. Recuerdo su enfado cuándo en su entorno, se le decía: «si no te gusta tu vida, cámbiala». «No te quejes, no tienes derecho, lo haces mal». Y así ella, obedeciendo a todos los mensajes que recibía, buscaba incesantemente su cuento de princesa y sueños logrados, para tratar de apaciguar su profundo dolor ante tanta soledad y abandono. Todo apacible, adorable y perfecto. Nada que ver con la realidad. Era el momento de asco y rabia; era el momento de vomitar arcoiris.

Mucho se habla de cambiar tu vida si no te gusta. Poco se habla del dolor y la soledad quien quiere hacerlo y no sabe cómo. Poco se habla de la presión de perseguir sueños.

Y cuánto más vomitaba, más frases eslogan se repetía: «si lo deseas suficientemente lo conseguirás», «no te rindas», «tú puedes», «todos nuestros sueños se pueden hacer realidad si tenemos el coraje de perseguirlos», «visualiza tu sueño, crea un plan, convierte tu sueño en un deseo ardiente, mantente motivado, revisa tu progreso, no debes desistir, haz los sacrificios necesarios…, pero disfruta del viaje (??)« Y así, se convencía de lo ideal que era su pareja del momento, que era tal y como soñaba. Y si no, rápidamente cambiaba, como si de un cambio de imagen se tratara. Se convencía de lo ideal de su vida. Aferrándose a sus sueños, tratando que esto prevaleciera sobre la realidad, a pesar de no encajar. Y sufría. Muchísimo. Porque esforzarse para alcanzar una meta, un deseo, un sueño a toda costa es ejercer violencia sobre uno mismo, y tiene efectos psicológicos perjudiciales.

Mucho se habla de perseguir sueños individuales, poco se habla de sueños compartidos. 

Socialmente vivimos un rechazo total a la frustración, vivimos en el todo es rápido, salvo la hipoteca que son 30 años de pagar. Se nos engaña, se nos hace pensar que todo es lo que quieres, lo que sueñas. Estamos llenos de productos de consumo de satisfacción inmediata. Y nos quedamos ahí atrapados, sin vergüenza (ya que uno puede cualquier cosa), en una exhibición constante, viviendo una vida barata, simple, sin recorrido, sin evolución, cebados en el engorde de la autocomplacencia arcoiris de unicornios rosa. Y, poco a poco, se va dando una separación entre lo que somos y lo que pensamos que somos, entre lo que decimos y lo que hacemos, entre nuestra intención y la realidad. Cada vez más desacoplados. «Yo soy así » «yo lo valgo «»yo lo merezco».

Poco se habla de los sueños que empiezan como insatisfacción de la vida que uno lleva. Poco se habla de los sueños como evitación de enfrentarme a mi realidad. Poco se habla del afán de perseguir para conseguir. Poco se habla de que si no tenemos sueños nos sentimos menos. Nos quieren identificados con el objetivo, siempre productivos.  Soy lo que consigo.

Hay gente que se identifica tanto con la meta que el camino hacia ella la va anulando. Y, aunque no lo reconocerá jamás, amargando. Poco se habla de la necesidad de creer que si no consigues sueños no vales nada, no eres.

Aunque haya posibilidades de que tu sueño se materialice, aunque tus expectativas sean las correctas, aunque te hayas esforzado, aunque tengas recursos y talento para conseguirlo, quizá no se haga realidad. Que sea posible no es garantía de que se convierta en realidad. Y el mundo sigue girando.

Este artículo ha sido escrito en colaboración con mi colega Susana Liberal Vargas, a la que tenido el placer de conocer por RRSS.  De Vitoria, desde joven tuvo claro que quería ser psicóloga. Estudió en Salamanca y no ha dejado de hacerlo desde entonces. Lleva más de veinte años trabajando como psicoterapeuta en su ciudad natal, trabajo que complementa con colaboraciones en distintas asociaciones y organizaciones públicas.

No se define como psicóloga sino como una mujer que intenta vivir sin dejar de crecer. Una mujer llena de errores y algunos aciertos. Madre. Curiosa. Le gusta la gente. Le gusta mucho conversar, escuchar, reír, leer, escribir y fotografiar, recogiendo fragmentos de vid., pero lo que le apasiona es compartir su tiempo con los que quiere.

Os animo a visitar su cuenta de  Instagram @su_foto donde da rienda suelta sus textos y sus fotos. Otra amiga real de las redes sociales. Muchas gracias Susana por tantos arcoiris.

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