Leí una entrevista a Judith Duportail – periodista y autora del ensayo El algoritmo del amor que analiza cómo Tinder influye sobre nuestra autoestima y comportamiento – en la que decía: “a las mujeres nos han contado que la belleza nos permitirá tenerlo todo: amor, riqueza, felicidad, una vida exitosa. Quizás cuando pensamos que queremos estar guapas lo que de verdad queremos es ser felices”.
La ambivalencia e imprevisibilidad con la que vivimos las relaciones actuales tiene algunas consecuencias que han llegado también al ámbito de la vida amorosa. Si las relaciones de pareja tradicionales se definían por sus valores de intimidad, pasión y compromiso (teoría triangular de Sternberg), hoy la falta de certezas, en este terreno, apuntalan una sensación de cierta incertidumbre (valores individualistas, precariedad económica, desconfianza, inestabilidad laboral, entre otros).
En nuestra sociedad, al contrario que antes, se desarrollan más oportunidades para elegir pareja. El problema es cuando nuestras elecciones chocan con los valores sociales preestablecidos. Es decir, en esto de elegir pareja, se trata de responder a la pregunta: ¿mis elecciones de pareja se orientan a cumplir las normas sociales, ya convertidas en muchas ocasiones en mantras (lo que se espera de mí) o a buscar mi mayor beneficio personal (satisfacer mis necesidades de bienestar y felicidad)?
Poco se habla de que, en cierta manera, vivimos con nostalgia aquellas relaciones de pareja convencionales “más estables” que, en la actualidad, han sido sustituidas por una autosuficiencia en el amor, en forma de “falsa” libertad percibida y bastante mal interpretada. Porque hemos pasado de un extremo a otro sin tomar en cuenta otras alternativas menos perjudiciales en las relaciones afectivas.
La dependencia en cuatro partes:
1. Algunas de las características de las personas con comportamiento dependiente:
- Se perciben a sí mismas como incapaces de realizar cualquier actividad sin la ayuda de otras personas a las que consideran mucho más fuertes y capaces que ellas. Por este motivo, esperan a que sean los demás los que decidan por ellas o hagan las cosas por ellas.
- Tienden a complacer o agradar a los demás con el fin de no ser abandonados porque interpretan que si pierden la figura que les aporta su necesidad de seguridad morirán sol@s o no serán nunca felices sintiéndose desvalid@s cuando una relación íntima finaliza.
Mucho se habla y profundiza en lo que supuestamente es la dependencia. Poco se habla de que quizá los síntomas de la dependencia se asemejen a las pretensiones de autosuficiencia porque ¿y si los síntomas de esta dependencia emocional no fueran tan distintos a las pretensiones de autosuficiencia que vivimos actualmente?
Porque el resultado sigue siendo el mismo:
Miedo a la soledad, miedo al compromiso e incertidumbre por el futuro = ansiedad, insatisfacción por la vida, inseguridad y baja autoestima.
2. Autonomía y autosuficiencia.
La meta en situaciones de dependencia es conseguir autonomía. El peligro de ir de un extremo a otro (polarizar) es que hemos confundido autonomía con autosuficiencia.
La autonomía consiste en actuar y relacionarnos con independencia de los demás, pero siendo también capaces de desarrollar relaciones íntimas y estrechas (placer, compromiso, libertad e intimidad). Es decir, es la convivencia entre independencia y seguridad sentida. Sin embargo, la autosuficiencia es la pretensión o valor social actual que consiste en evitar el compromiso en las relaciones, íntimas o profesionales, porque supone un peligro al desarrollo, libertad e identidad de las personas. Por lo que argumentos como: “debo ser fuerte”, “prohibido rendirse”, “tú puedes con todo”, “no necesitas a nadie para ser tú mism@” son los mantras sociales que conviven en la construcción de nuestras relaciones.
El problema principal, en estos convencionalismos, es el desarrollo de un “business” muy inteligente, en torno a la idea de un YO que busca la felicidad a partir del reconocimiento social como valía personal: tú vales si puedes con todo, tú vales si eres querida por todos, tú sólo vales si eres perfecta en todo… tú vales si tienes todo bajo control.
Una cuestión importante en torno a las relaciones amorosas vividas desde esta autosuficiencia, es la incertidumbre contextualizada por la desigualdad de género. Y es que, como siempre, las mujeres nos llevamos de nuevo la peor parte. Por un lado debido a la adaptación de una imagen de nosotras mismas a un ritmo que no suponga un peligro ante la potencial pareja o el potencial trabajo o la potencial mujer, madre, esposa… Es decir, de nuevo volvemos a una sobreadaptación de lo que la sociedad espera de nosotras en forma de “falsa” fortaleza para no sentir más de la cuenta o antes de tiempo, evitando así que nuestra pareja se asuste y nos abandone o por miedo a parecer vulnerables y desesperadas. Así que, muchas mujeres, creyendo que son independientes y autosuficientes resulta que en realidad están inhibiendo sus emociones para no expresar demasiado, no vaya a ser que vayan a molestar.
Mucho se habla de autonomía cuando en realidad es autosuficiencia.Poco se habla del autoengaño y desgaste emocional al que nos lleva confundir ambos términos.
3. La libertad del yo.
Hoy no tenemos certeza sobre la resistencia o “aguante” de las relaciones de pareja. Estamos tan centrados en nosotr@s mism@s, en nuestros intereses frente a cualquier tipo de concesión amorosa que no sabemos convivir con nuestro “yo individual”, -y nuestros espacios de desarrollo o enriquecimiento-, junto a nuestra relación de pareja. Sin duda, esta es la viva imagen de quien teme y renuncia al compromiso que conlleva una sana relación, por miedo a perder su sagrada libertad sin comprender que libertad, placer y compromiso no son irrenunciables, sino que pueden convivir satisfactoriamente.
Mucho se habla de que compromiso como sinónimo de perder la libertad. Poco de que libertad, placer y compromiso no son incompatibles, sino que pueden y deben convivir satisfactoriamente.
4. La alternativa.
Ante la incertidumbre y el miedo al compromiso se abren nuevas formas de relacionarse íntimamente como son las relaciones abiertas y el “poliamor” que, de nuevo, más que alternativas parecen una forma de afrontar el miedo a perder el amor ideal vivido (amor romántico), muchas veces sentido como el único ideal amoroso. Es decir, muchas personas que eligen estas opciones son, con más frecuencia, las que han vivido una separación, romántica e idealizada, traumática que de ninguna manera repetirán.
“Nos enamoramos una sola vez en la vida. El resto de nuestros días, los perdemos buscando a alguien con quien volver a sentir lo mismo” (visto en Instagram). El miedo a sufrir y a la decepción del amor romántico, de nuevo, justifican estas nuevas alternativas en las relaciones de pareja.
Poco se habla de que el amor sigue siendo nuestro mayor baluarte para construir relaciones íntimas sanas. Poco se habla de que el miedo a la intimidad nos lleva a renunciar a nuestra necesidad esencial de vínculo afectivo.
Mucho se habla del yo autosuficiente y “libre”. Poco de que ese espejismo de libertad muestra nuestra parte más vulnerable y humana, esa que evita y esconde nuestro miedo al abandono y la soledad bajo la apariencia de autosuficiencia y control.
Este post ha sido escrito en colaboración con María Jesús Escaso , psicóloga y educadora social. Madrileña afincada en Bilbao, cuenta con una amplia experiencia profesional en el campo de la psicología. Si te paseas por su página web podrás comprobar todas las herramientas y recursos que pone a tu alcance para mejorar el bienestar psicológico. Te invito a conocerla mejor a través de su blog y sus excelentes artículos. Apasionada del surf y de todo lo que tenga que ver con surfear las olas de la vida con fuerza y equilibrio. Un placer tenerla en el blog dando la vuelta a los temas de actualidad. Psicología en mayúsculas.
0 comentarios