Lunes, 16 de marzo.

mayo 11, 2020

Lunes, 16 de marzo. Ese día empezó todo. Me ha resultado gracioso irme hacia atrás en el tiempo y ver los anuncios de prensa de esos días sobre “cómo sobrevivir a 15 días sin clase”. Quince días, ¡qué inocentes!, es lo primero que he pensado. Pero ya veis, aquí estamos cincuenta y siete días desde aquel 16 de marzo en el que se suspendieron las clases quince días como medida de prevención ante un virus que había decidido visitarnos.

Hemos pasado por diferentes momentos, cada uno de ellos con el estado emocional correspondiente. Han existido días de negación, de aceptación y también de aprendizajes a contrarreloj. Habéis tomado decisiones, dando rienda suelta muchas veces a vuestra gran capacidad de anticipar consecuencias. Habéis demostrado saber manejar perfectamente el error en vuestra vida cotidiana porque tenéis bien aprendido lo de saber escuchar lo que nos dicen las equivocaciones.

Sois Maestras, sois Maestros. En mayúscula. Han sido días de compaginar lo académico con lo emocional, días de buscaros cerca estando lejos, momentos de tener la necesidad de avanzar en la imposibilidad de dar materia. –¿Cómo vamos a poder con todo esto?- os preguntasteis más de una vez. La rabia, el enfado, la frustración y la incertidumbre. La impotencia transformada ya en potencia, porque ya sabéis que podéis con mucho de todo esto.

Aterrizasteis de un guantazo en el camino de la incertidumbre sin saber dónde acabaríais. Todavía no lo sabéis, pero ya lo toleráis mejor. Habéis trabajado a destiempo, a contrarreloj en un escenario del que desconocíais sus espacios y sus tiempos. Os sumergisteis en el acompañamiento emocional de vuestro alumnado y sus familias sin poder mirarlos a la cara, sin tocarlos. Muchas veces sin consuelo. Habéis sobrellevado duelos y pérdidas de familias cercanas. Ha habido mucho dolor. Entendisteis rápido el peso que vivían las familias; situaciones familiares complicadas, la enfermedad en el ambiente, padres y madres con sus problemas laborales, con la oficina trasladada a casa o saliendo a trabajar a diario conviviendo con el miedo al posible contagio o las dolorosas y preocupantes pérdidas de puestos de trabajo.  Los deberes. ¿Qué hacemos con la materia del tercer trimestre? Los exámenes. ¿Qué hacemos con las familias con menos medios? No todas las familias tienen recursos digitales disponibles para todos los miembros de la familia.

Qué situación más complicada. Todos los factores estresantes que pueden caber en una vida por ahí andaban. La paradoja de pasar de controlar las pantallas a necesitarlas. El capricho del virus de obligarnos a pasar de prohibir el móvil en el aula a prohibir el acceso al aula y necesitar el móvil. Cuántas respuestas habéis ido dando a tanta pregunta en tan poco tiempo.

Habéis llegado hasta aquí tal vez sin ser del todo conscientes de lo mucho que habéis hecho desde ese aparentemente inocente 16 de marzo. Ya no os asusta tanto lo mucho que queda por hacer. Toda la sociedad ya sabemos que el camino en el que nos ha metido el virus es largo y tortuoso. Qué os voy a contar a vosotros, lo intuís cuando empezáis a pensar en planificar el curso 20/21.

Hoy quiero parar y reflexionar sobre el trabajo con toda la comunidad educativa: alumnado, personal docente, personal no docente y familias. Hoy quiero parar porque la voracidad de cada día, la demanda de la realidad diaria nos sigue aplastando y no nos deja tiempo para poner en valor vuestra gran capacidad de adaptación, vuestra vocación, vuestra infinita tolerancia al error y a la frustración, vuestros aprendizajes y toda vuestra continua evolución. Paro para deciros que:

  1. En este camino hemos pasado por diferentes fases: la negación y la evitación hasta llegar a la aceptación como trampolín para ser capaces de ir introduciendo nuevos hábitos que han facilitado el día a día de todos los que compartimos esta aventura de educar.
  2. El miedo, la ansiedad, la incertidumbre y el estrés nos visitaron de repente. Hemos aprendido a reconocerlos y seguimos aprendiendo a convivir con ellos día a día. Ya podemos afirmar que nos asustan un poco menos.
  3. Hemos elaborado nuestras pérdidas y nuestros duelos. Hemos descubierto la gran capacidad del ser humano para encontrar el equilibrio en el desequilibrio, porque de la misma manera que hay equilibrios que acaban desequilibrando hemos sido capaces de equilibrarnos en el desequilibrio. Y, ahí, mantenernos firmes.
  4. Sabemos que no hay nada seguro y eso nos va a servir a la hora de tomar decisiones. No esperaremos a tenerlo todo bajo control porque nunca habrá algo cien por cien seguro.
  5. No olvidaremos que lo que seamos al acabar esto no será gracias a esta situación sino a pesar de todo el sufrimiento vivido a nuestro alrededor. El sufrimiento jamás se agradece; se agradece el enorme trabajo de las familias, el gran esfuerzo de todo el profesorado, la paciencia del alumnado y la unión de todos los que formáis la comunidad educativa.
  6. Seguiremos atendiendo a la necesidad de fortalecer las relaciones entre familia y escuela para encontrar la conexión y el vínculo. Ya conocemos las variables psicológicas que estrechan relaciones y ya las hemos puesto en valor para seguir entrenándolas.
  7. Ahora ya sabemos que sin vínculo emocional con el alumnado no hay aprendizaje ni cohesión posible. Hemos visto la necesidad de priorizar aquello realmente importante y recordar los propósitos iniciales del colegio.
  8. La importancia de los objetivos nos ha llevado a pararnos en la organización del tiempo, las tareas y las rutinas. Teletrabajar o teleestudiar es conseguir el objetivo. Teletrabajar es organización y coordinación, no es estar siempre disponible, no es presentismo. Los esquemas de gestión de aula presencial no se pueden trasladar automáticamente al aula virtual.
  9. Seguimos aprendiendo a marcar la línea que separa la vida personal de la laboral. Seguimos aprendiendo a respetar los tiempos. Aprender a desaparecer a tiempo es un aprendizaje necesario en el mundo virtual y la clave para el éxito de mucho trabajo de un buen equipo.
  10. Las familias no son docentes ni deben serlo y para ello es necesario generar propuestas educativas que respondan a las necesidades del contexto actual. Hemos comprobado lo que ya sabíamos, que la evolución de la carrera docente no acaba nunca.
  11. Hemos conocido las estrategias y formas de comunicación de la juventud en las redes virtuales y lo mucho que aprendemos de ellos.
  12. Reconocemos a los jóvenes el esfuerzo que están haciendo para adaptarse a esta situación tan complicada en una edad como la adolescencia.
  13. Se ha hecho evidente el llamado efecto Mateo: la brecha digital ensancha las desigualdades sociales. Sabemos que la sociedad tiene un trabajo a realizar en esta línea. Nosotros y nosotras no lo olvidamos.
  14. Evaluar no es calificar. Hay tantos aprendizajes por hacer que saber poner la vida en perspectiva cuando la vida nos lo pide es el mayor de los aprendizajes posibles.
  15. Hemos sido capaces de crear nuevas formas de abrazar y seremos capaces de muchas cosas que hoy somos incapaces de imaginar.

¿Qué es la educación? TODO. Gracias a toda la comunidad educativa, gracias por serlo todo.

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